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Nostalgia

Leí de nuevo lo último que me escribió. Traté de imitar el tono de su voz en mi cabeza y me hizo gracia. Intérprete las comas y las pausas y hasta me imaginé cómo se escucharía su respiración acompasada tratando de tomar impulso una y otra vez para seguir con su relato. Era tan bonito oírlo hablar, era tan bonito verlo mover sus manos a la par de sus palabras y era tan bonito interrumpir sus soliloquios con besos. Era tan bonita la vida con él. Leí y releí su último mensaje y no pude evitar concentrar toda mi atención en la palabra que resumía todo lo que quería decir: nostalgia. Era un texto largo y lleno de conflictos gramaticales, pero más que nada era una oda a la melancolía de lo que se tiene, lo que se anhela y lo que no se puede tener. Yo clasificaba en todas y cada una de las categorías y eso, al final de cuentas, era una desgracia de proporciones épicas. Hay algo mágico en todo ese asunto del romance y son precisamente las memorias que nos devuelven a esos momentos irreemplaza...

De nicotina y ausencias

He perdido la cuenta de las veces que he tratado de alcanzarte en mis sueños. Una espesa bruma se atraviesa entre nosotros y de repente, me encuentro bajo mis cobijas, bañada de un sudor helado que aún no puedo entender. La calefacción de la casa me juega malas pasadas, lo sé, me lo dijiste una vez, así como me dijiste que la alarma contra incendios pitaba porque la batería necesitaba ser cambiada. Me tomó un año entero entenderlo, me tomó un año entero cambiarla y sin querer ese día te recordé. No es que te haya olvidado, no del todo. Siempre estás por ahí susurrando tonterías en mi oído y espantándome con los pinchazos de tus dedos en mi cintura. No me culpes, no puedo olvidar esa sensación, reconocería tus manos en cualquier parte y en cada rincón de mi cuerpo. Manos enormes, de oso, de animal herido, de animal sin alma como te dije una vez. Era broma, tú si tienes alma, se quedó conmigo. La bruma del sueño vuelve. En serio, ¿Por qué siento siempre que el aire afuera de las cob...

Nieve

De tus labios salen las palabras que nadie quiere decir. Ha venido la nieve y el corazón en un escaparate la observa caer inclemente, sin dirección, sin destino, sin rumbo fijo, cae y se acumula en mi puerta obligándome a permanecer en casa, con los recuerdos, con los vacíos, con las ausencias. La temperatura del alma es la misma de las calles, de tus labios escapó una despedida, no conocía la nieve hasta que la vi en tus ojos verdes, tan tristes, tan tercos, tan insolentes, me congelan las ganas y me cubren los sueños la nieve crece tanto como mi miedo… a perderte, a perderme, a no verte de nuevo. De tus labios mi amor, los alegatos, de la nieve la blancura que se hace lodo, como tus promesas, como mis intentos. Palabras tibias que no alcanzan para este invierno. 

Los amantes del hubiera

Dijiste mi nombre. Cinco letras que combinadas de otra manera no riman con nada. Y entonces supe que era una despedida. Siempre fuiste tan pragmático, tan elocuente, de respuestas contundentes y palabras profusas. Te escuche decir tantas veces que éramos como los pedazos rotos de un mismo espejo, tratando de encontrase, de rearmarse, de contar la historia dejando atrás la huella de los dolores ajenos que nos dejaron así: quebrados, devastados, regados por el suelo. Tuve el placer de verte en tus peores y tus mejores momentos, perpleja ante la intensidad de tus juicios, nunca fui digna de ser amada como quería, como esperaba, a la vieja usanza, como en el cine, como en la vida real de quienes nos rodean, con sus casas, con sus perros, con sus trabajos perfecto; con los hijos que en nuestro caso evitamos a toda costa y con todos los métodos. Y entonces me llamaste amante. Me parece una expresión tan bonita, tan apropiada, tan justa. Al final viene de la palabra amor y eso fue...

Columpio

En cuanto abrí los ojos y la verde inmensidad me cobijó, recordé por qué un día deseé tener las piernas más largas. No sé cuánto tiempo pasa desde que comienzo a mecerme, pero cuando voy de un lado a otro, sentada en columpio, pierdo la noción del tiempo y me siento viva. Balancearse en un columpio es como estar enamorado; el vaivén, la lucha, el vacío en el estómago. Ir y venir, navegar sin sentir el suelo bajo los pies; la inercia que te lleva, la vida que trae, el sacudón inevitable, el cabello al viento, el miedo de caer, las ganas de botarse sin medir consecuencias, sin pensar si va a salir bien o si al final resultaremos lastimados. Balancearse en un columpio es como un buen orgasmo; con las pausas y el impulso, la esperanza en movimiento y el impacto de estar, de estrellarse con el aire, de atrás hacia delante, de adelante hacia atrás, cada fibra del cuerpo despierta, atenta, ajena, impasible, sublime… en el abismo de las ganas y propensa a caer. Esa disputa con el ...

Ella

Si la ves, dile que la extraño Que pienso en ella, que sueño con ella, No debió irse, no debió dejarnos Cuando estaba, cuando eran, yo era… Era feliz, me sentía tranquila, era libre, Dile que vuelva, que me hace falta No importa si te hace ajeno, si eres suyo Saberla contigo me llenaba de paz Te prefiero con ella, que mío incompleto Mío pero roto, desarmado por dentro Si la ves, por favor dile que la extraño Que su fantasma me persigue y me agobia O que, si no va a volver, si no lo desea tenga por lo menos el valor de devolverme Los pedazos de tu alma, los trocitos de ti Lo que se llevó, lo que arrastró con su huida Para ver si algún día me miras como a ella, Me sufres y me amas como la amabas a ella, Y así tal vez, solo tal vez, deje de conformarme Con migajas de besos, con suspiros vacíos Si la ves, por favor, dile que vuelva Que te prefiero ajeno, y no mío a medias.

No soy la mujer que estás buscando

No soy la mujer que estás buscando, lo siento. Quisiera serlo a veces, solo a veces, en esos días en los que eres fuego y por tu culpa arden las ciudades y el viento se llena de humo y escarcha negra, en esos días quisiera ser la mujer que buscas, la que puede apagarte, amainar tu ira, abrazarte y dormir a tu lado para que estés tranquilo. No soy la mujer que estás buscando. Quieres alguien frágil, vulnerable, impotente ante tu locura y tus arrebatos infames, tu falta de consideración y tu sombría manera de enterrar cualquier sueño en lo más profundo de la tierra. No soy la mujer que estás buscando, a pesar de amarte más que nadie, como solo se ama una vez en la vida. Yo fallé en la búsqueda, te encontré cuando no debíamos, cuando no podíamos, cuando ninguno de los dos sabía que es posible creer, inherente crecer, con todo y que riman como rimábamos nosotros, ese engranaje perfecto de tu cuerpo y el mío devorando las ansias y rompiendo los miedos. No soy la mujer que estás ...