Extrañar a alguien
Extrañar a alguien tiene su ciencia. La vida empieza a girar alrededor de la ausencia y la invocación constante e involuntaria, construyendo escenarios utópicos donde convergemos y nos chocamos como planetas.
Extrañar a alguien tiene cierto encanto. Nos vuelve creativos y didácticos, porque cada vez es más urgente inventarle tretas al tiempo y juegos a la mente para distraerla y no pensar, no recordar, no darle paso al anhelo y a la angustia.
Extrañar a alguien tiene sus ventajas. Se pierde peso sin ejercicio y se mantienen vacíos los lagrimales. La rabia nos hace valientes y la opinión de los demás deja de importar.
Pero extrañar a alguien es tan aburrido para quien extraña. Lo convierte en un fantasma, en un holograma de sí mismo. Mantiene vivas las esperanzas y guarda en un baúl la conciencia para que no le grite lo que es tan cierto: extrañar a alguien es algo inerte, una gran pérdida de tiempo.
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