Carta al Vacío Vol. 4

No hay ningún mérito ni novedad en hablar de ti. Lo que sí es valioso es tener la oportunidad de desahogarse por lo menos un poco con alguien de absoluta confianza y que además nos conoce a los dos. Te confieso que al recorrer tus espacios y recoger tus pasos sentí un profundo vacío; las manos me sudaban, el corazón a punto de reventar y este anhelo miserable de un recuerdo sin doliente. Nadie oye, nadie sabe, nadie entiende, nadie ve, y a mí me consumen la espera infértil y el silencio. Con cuánto placer te orbitaría de nuevo, aún con toda tu crueldad. Busqué rezagos de tus murmullos en un lugar que nunca fue nuestro pero que me sirvió de excusa para componerte y dibujarte, para creerte y coquetearte, para regodearme en el absurdo y pretender que construía una historia sin hechos, sin personajes secundarios y sin pasiones latentes. Recordé para reemplazar la espera, hablé bien de ti para disfrazar la impotencia y te extrañé. Cada día repito una y otra vez algo que se ha convertido en mi mantra: no volvió cuando pudo, no volverá jamás, no hay reciprocidad y este vacío al que le escribo es lo único que me queda, que nos queda. Suplicar telepáticamente que vuelvas es la constante de esta paradoja, y con todo esto, aún me queda aliento para preguntarle al cielo si durante todo este tiempo has pensado por lo menos un breve instante en mí. No creo.

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