Me gustas.
Me gustas. Con todas sus consonantes y todas sus vocales. Tal como suena, con el sonido imperceptible de su punto final. Con énfasis y con acento, aún con la ausencia de tildes. Me gustas. Lo sé, es una forma escueta de decirlo y usualmente me perdería en un mar de silogismos para darle vueltas al asunto pretendiendo que las analogías y los símbolos suavizaran el efecto de tal certeza sobre mi alma, pero no hay necesidad, porque la verdad desnuda y sin maquillaje es que me gustas. Desde cuándo te preguntarás, yo también lo hago. Puede ser desde aquel día que te sorprendí mirándome con ojo científico, tratando de develar la rareza de mis acciones, o simplemente entreteniéndote con una más de mis tonterías. Podría ser ese día. O fue aquel que pronunciaste mi nombre con todas sus letras y una gotita imaginaria de agua helada se me derramó por la espalda. Sí, ese día sí. La pregunta aquí es por qué . Estás muy lejos de ser lo que siempre he soñado. Y aún así, m...