Aprendiz.
Siempre tan tonto el mundo y su locura. Yo me pinto margaritas en el vientre
y lloro dolores ajenos. Te quise. Te quiero. Te querré. Has sido el más
perfecto de mis errores, el más banal de mis miedos, fugaz a veces, eterno a veces.
Tanto, que si fueras aire sería un placer respirar tu vida, que estés en todas
partes, bajo la piel, sobre las sábanas, en las entrañas. Te quise. Te quiero. Lo
confieso, con lo romántica que es la aurora, con lo mágica que es la luna, todo
te lo he dedicado, todo ha sido para ti, las lágrimas, las canciones, el
agujero en la capa de ozono, el sabor de mis labios, mis mentiras piadosas, mis
súplicas clandestinas, las pasiones que me rebasan, el carmín de la sangre que
se escurre en cada herida, sin doliente, sin antes, sin después, sin ti. Tú has
sido hogar, equilibrio, refugio, engranaje preciso, la pieza ausente del rompecabezas,
el lugar donde se alinean los planetas y se conecta la vida con la madre
tierra. Mi casa, mi verdugo, mi cobardía.
Siempre tan tonto el mundo y su locura. Siempre tan tonto tú que jamás te
enteras, que te escondes y te vuelves ciego, que juegas mi juego y develas mis
cartas, que diluyes mis pasos, me cortas la voz y revuelves todo con tus dedos
de alquimista y tus maneras tan galantes. Recorres los mismos espacios mirando
las mismas nubes, guardando los mismos papeles en los mismos bolsillos, olvidándome
en las mismas esquinas, perdiéndote instantes conmigo, perdiéndome a mí cada
vez un poco más. Pero te quise, claro que te quise, y mira cuánto te quiero,
tan triste es la certeza en un retal de letras, que con cada palabra verás también
que te querré, pero no para siempre. Aprenderé.
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