Bienvenido Tormento.

Bienvenido tormento. Después de tanto dar vueltas en mi cabeza, aquí estás, y vaya, ¡qué bien te ves!, un poco mejor que en mis sueños. No me gusta soñar contigo, prefiero amanecer contigo. Es que soñar contigo no nos hace justicia, nos deja en un limbo absurdo de clímax imaginario y somos tan ajenos. Es decir, aún más ajenos. En mis más de veinticinco y menos de treinta no había experimentado una sensación similar, la de desafiar lo políticamente correcto y entender que no hay nada bueno ni malo, solo hay puntos de vista. El mío se ha arruinado ligeramente, tormento, gracias a ti. Antes, cuando no conocía esa sensación todo era sencillo: lo correcto era correcto y lo demás era pecado. Ahora todo es “diferente”; lo correcto es secreto y lo demás está fuera de lugar. Lo correcto es paraíso y lo demás tiene la conciencia de estar hundido en el absurdo y en esta villanía de desearte tanto. Bienvenido tormento, no te esperaba y en el fondo deseo no volver a verte, pero el vello de la piel no miente aunque seas un holograma en la palma de mi mano, un susurro imaginario, una frase de mentiras y un cúmulo de incertidumbres, mis demonios y los tuyos bailando frenéticos y extasiados con la música que viene de tus culpas y mis recuerdos. Bienvenido aunque falles, aunque tu intensidad y el chocolate de tus ojos me desarmen. Pongo mis cartas sobre la mesa, tormento, aún cuando sé que la intermitencia es tu peor defecto, mis besos tu debilidad, la soberbia el más inoficioso de mis talentos y mi falta de voluntad, tu mayor virtud.

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