Sinsentido No. 5
¿Sabes algo D’artagnan? Esta renuncia es un poquito más complicada de lo que me imaginé. Llevo días haciendo conciencia de la realidad, dándole la razón a aquel amigo que me trató de ilusa, pero no por eso he perdonado del todo su crueldad para decirlo porque no es justo; él me conoce, sabe que soy excesivamente trascendental y emocional hasta los huesos, debería entenderlo mejor, pero bueno. Ayer hablé con mi mejor amiga sobre ti y ella estuvo de acuerdo en que lo de mi amigo fue un acto de crueldad innecesaria, pero ella, tan sabia como siempre, al igual que los demás me recomendó dejarte atrás. Claro, como si fuera tan fácil. No obstante, los puntos de ella sí son válidos: tu compromiso, mi imaginación, tus buenas maneras, mi imaginación, tu carisma, mi imaginación, tu forma de ser con todo el mundo, así de amable y caballeroso, mi imaginación…
Y aún así ya voy por el quinto sinsentido mientras escucho una canción que no ayuda. A pesar de todo debo reconocer que estoy un poco más tranquila que en días anteriores. Al menos hoy te vi y no sentí que me faltaba el aire cuando derramaste todo el encanto de tu mirada sobre mí y me besaste en la mejilla. Por una parte creo que no deberías hacer eso y por otra, tu indiferencia podría matarme, o al menos empezaría seriamente a considerar la idea de pedir un cambio de lugar porque verte entrar y salir a diario no es muy saludable. Este es el juego del absurdo D’artagnan; con el corazón en la mano agradezco a Dios todas esas señales que te hacen cada vez más ajeno y con la cabeza estoy construyendo a cada instante escenarios etéreos donde el destino desalmado nos permita coincidir. Hoy, como todos los días me pregunto, ¿quién ganará?
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