Sinsentido No. 3

Como el color de mi sangre, es todo lo que te rodea. La verdad, escribir pensando en un color me parece cliché y aún así, sigo creyendo que lo mereces. Sí, sé que no debo escribirte, pero esa es la gracia del sinsentido, voy en contra de lo correcto y eso me asusta pero me produce también un gran placer. No sé si lo sepas, pero escribir es mi gran pasión, y para mi las pasiones siempre han tenido ese tinte rojo escarlata que representa el fuego, el poder, la vida, tan rojo como todo lo que viene de ti y que me encanta.

Me siento mejor en este momento, lo cual es un poco absurdo porque ahora tengo la certeza de haber perdido una pelea que ni siquiera inicié, una batalla que no tuve tiempo de dar, un espejismo, producto de mi antes mencionada imaginación, inclemente, turbia y despiadada imaginación. Y aún así, agradezco que estés en mi vida aunque no estés, te lo agradezco porque hace tiempo no escribía, hace tiempo no encontraba un motivo, y he vuelto a sentir esta imperiosa necesidad de contarle al mundo algo, sin contárselo a nadie finalmente, hablándole al aire y a las paredes. Probablemente un día leyendo mis memorias empezarás a creer que fuiste víctima de un acosador silencioso, de antemano te pido disculpas. Si quisiera afectarte de algún modo, buscaría un método menos subliminal (palabra que mi mejor amigo siempre utiliza para darle un contexto a mi cobardía y mi idea de que todo el mundo ve lo que yo veo y entiende las cosas como yo lo hago, menuda tontería), y me iría directo al grano, me pondría de pie frente a ti y te diría “sí, soy yo, la que hace días te mira sin que te enteres, la que hace un montón de cosas tontas por tenerte un par de minutos cerca, la que se fija en el color de tu ropa o en tu estado de ánimo, la que sube ocho pisos por una escalera endemoniada con el único fin de buscarte por las ventanas, la de los desvaríos, la que se esconde cuando llegas, que se sonroja cuando la miras, la que sabe que es imposible y aún así escribe estas líneas, la que perdió la esperanza pero no las ganas…”.

En conclusión D’artagnan, te doy gracias por existir, aunque seas parte de la vida de alguien más, qué más da, yo un día seré parte también de la vida de otro… solo espero que me inspire como tú lo ha hecho, que le dé vida a mis letras, pero sobretodo, que pueda decírselo sin sentir miedo ni estar segura del fracaso, que también se inunde con mi mirada, que suspire al verme por los pasillos, que procure encuentros fortuitos, que busque excusas risibles para coincidir. Lamento haber llegado tarde, pero ya pasará, como la gripa.

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