Tiempo

Mira nada más cuánto tiempo ha pasado, ¿meses?, ¿años? No lo sé, pero el destino sigue obstinado en jugar con nosotros. Te amé, ¡Vaya que te amé! Si incluso permití que tus besos me quemaran hasta el infinito y bajo el influjo eterno de tu silencio estuve perdida, ¿todavía lo preguntas?

Y mira nada más cuánto tiempo ha pasado, que la estela de tu nombre sigue volando por mi cielo y desordenando como siempre los instantes en los que soy tan madura y tan sensata para decir que estuvo bien el luto vivido, que sirve para superarlo, que funciona bien cuando quieres llegar a ese estado mágico de libertad en el que tu corazón es un ser inanimado y casi cruel.

¿Quieres saber cuánto tiempo ha pasado? Yo ya he perdido la cuenta, la olvidé a propósito, cerré los ojos y cuando los abrí ya no estabas y me dije, “está bien, así tenía que ser”. Ahora es divertido verte, en un acto casi histriónico me desarmo para mirarte a los ojos y pensar que si te besé ya no existes, que puedes escuchar a mi corazón gritando con voces de libertad… menuda utopía, no eres idiota.

Pero yo tampoco lo soy, y no me importa el tiempo que ha pasado porque no se puede devolver y no pretendo hacerlo, así como tú pretendes vivir en la inconsciencia de mi ausencia, pretendes ser la víctima en un juego que fue injusto para todos y que a pesar de todo nadie ganó.

Mira nada más cuánto tiempo ha pasado, que hoy me veo en mis propios espejos y me río de la verdad, me río de lo inhumano de este sentimiento, lo aberrante de mi insistencia y lo sutil que es el pasado al traerte de vuelta cuando deberías permanecer enterrado en ese agujero incómodo que abrí en la tierra de mi jardín interno, el mismo en el que puse margaritas y alelíes por tu culpa y el mismo que tuve que erosionar a la fuerza para no sentir. Ah, sí, también eso fue tu culpa.

No sigas pensando en el tiempo, no te sorprendas ahora y no actúes como si éste fuera el primer acto de una obra mal escrita, de un soneto viejo y roído o el ensayo perfecto de tu fingida indiferencia. No eres ni serás de nuevo el aire que respiro, pero lo fuiste. No me besarás una vez más, pero lo hiciste. No construiría las bases de mi cordura sobre tus hombros, pero a ellos me abracé bajo la lluvia y aunque duela, ya no hay tiempo. Se acabó.

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