Te lo debía…
Te lo debía desde hace tiempo, ya lo sé. Lamento haberme distraído mirando las musarañas alguna vez; lamento haberme escapado del encanto de tus ojos y haberme perdido en unos ingratos que me querían dejar sin alma.
Te lo debía, y no me di cuenta cuántas veces esperaste con paciencia que te regalara un par de letras, un par de notas, un par de estrellas luminosas y el sonido de mi voz. Hoy me doy cuenta de que el tiempo ha pasado y se me hizo tarde, te debía estas palabras y con el corazón en la mano quiero que sepas que no quise ser ingrata o egoísta, que no me doy aires de artista ni te engaño sin razón.
Te lo debía, ahora lo creo, te lo debía. Me he concentrado en tejer historias alrededor de la utopía y me he creído tanto el cuento, que no sabía si conocía el significado de la palabra anhelo. Hoy es tan raro que te escriba, como lo fue conocerte. Hoy no sé si debería decirte esto antes de verte.
Pero te lo debía, niño intocable, te lo debía. Me he cansado ya de ser remitente de notas crudas que cuelgan de las paredes agrietadas de corazones tristes que creen saber quién soy y me asumen entre sus miedos, pelean con mis palabras y se aluden con mis recuerdos. Ahora le doy paso a la infinita curiosidad que me produce tu presencia en este mundo, en mí mundo, y quiero saber de dónde has venido, por qué me sigues y a dónde vas.
Te lo debía, ya ves, y hoy lo entiendo. Te he imaginado tantas veces que parezco confundir la realidad y la fantasía cuando divago en el océano indeciso de tus palabras lejanas, con tantos kilómetros de por medio pero tan cerca de mi alma. Si yo fuera de aire, te buscaría para que inspiraras mis sueños y te aferraras a mi sol. Pero no puedo, lo siento, no tengo alas. Te escribo ahora para que sepas que respeto mis promesas; que llego tarde quizás, siempre lo he hecho. Pero que ahora mi conciencia está tranquila, pues te lo debía.
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