Crónica de una muerte anunciada…

Fantaseaba, ¿y qué más sé hacer yo, sino fantasear? Bien, Bogotá, hace sol y ya es raro… aunque han pasado ya varios días así. No me estoy sintiendo bien, ni moral, ni anímica, ni físicamente; ahora lo único que me faltaba era esto, que me picara la gripa de los puerquitos, ¿será posible? ¡Ja! Y yo que molestaba a Infante por paranoico, ahora me coinciden los síntomas. Eso sería muy curioso de hecho, en esta vida mía que es la comedia de lo absurdo. Y para qué estoy yo escribiendo todo esto, ¿quién lo sabe?, ¿a quién le importa?, si es que lo que menos quiero es que todo el mundo me esté preguntando ¿por qué?, ¿para qué?, ¿de quién?, ¿cómo? Estoy cansada, estoy tan cansada que duele, ¿o será porque de por sí me duele todo el cuerpo? Quizás me muera, y no es broma después de todo, no es broma… pero es que no doy más. Tantas cosas me han dado vueltas en la cabeza hace días, tantas personas, tantas palabras, tantos miedos… sí, básicamente eso, mucho miedo, muchas canciones que de verdad no ayudan, tantas dudas y cosas sin sentido, comparaciones ridículas sobre quién fue o quién pudo ser… no quiero escribir más, estoy harta de hablar, de sentir, de pensar, de escuchar, de mentir, de callar, de soñar, de amar, de odiar, de perder, de ganar, de extrañar, de imaginar… que si es Felipe o es Silvia, que si Gabriela o Juan Miguel, que si hay mariposas verdes o si las estrellas son azules, que si a mí se me volvieron amarillas después de todo, que si mis palabras perdieron forma… sí, eso también es completamente cierto… me cansé de juzgar, de mirar a la derecha y a la izquierda y de añorar… ¿a quién le importa?, si es que yo no soy más que la patética radiografía de alguien que se quedó sin gomitas de colores y a quien le duele cada día como si realmente valiera la pena divagar… ¡qué cosa más absurda!, habrase visto tal imprudencia, si es que cuando me pongo honesta soy peor de absurda y hasta pienso en cómo actuaría si fuera una mala persona; fracaso, obviamente fracaso y ahora me acuerdo de las muchas palabras que me han dicho las muchas personas a las que les he contado en múltiples ocasiones que me siento mal, que me siento bien, que estoy enferma, que estoy feliz, que me enamoré o que me desenamoré, que escribí un cuento, un poema, un libro entero, que no escribo nada porque mi muzo jíbaro me jugó una mala pasada y se quedó con mi corazón entre la maleta y yo me quedé con las moneditas que le he mendigado de vez en cuando a la suerte para que me tenga en cuenta, para no llorar, para no actuar como niñita malcriada y sin oficio, sin saber quién soy ni qué quiero hacer o más bien por qué hago lo que hago. Esta vida es una mierda y punto, y mis amigas más cercanas se sorprenderán cuando vean que le soy infiel a mi constante positivismo… lo es niñas, lo es, es una mierda y es culpa nuestra y de nadie más, por idealistas y por complejos, porque los seres humanos nacimos cagándola y así moriremos… yo todavía, todavía después de todo, creo que vale la pena, o valdrá la pena, no sé, algo así… porque he tenido días trágicos como el de hoy en el que tengo enfermos el cuerpo y la conciencia, y porque he tenido días buenos en los que realmente he sido muy pero muy feliz, y no han sido pocos, según mis veintitrés años, han sido más los buenos… por eso de una manera inconsciente e irrevocablemente utópica, sigo creyendo. Ahora sé que hubo una vez un par de desafortunados destinados a ser felices para siempre. Ya de por sí la historia había comenzado al revés, el “Happilly Ever After” era una premisa desde antes, pero ellos lo arruinaron, pretendiendo jugar a ser adultos y mintiéndole al mundo y a ellos. Hoy estoy aquí diciendo que lo siento, lo siento con toda el alma porque al fin de cuentas, el rojo de la pasión no significa nada para mí, yo lo único que quiero conmigo es el naranja de ese arcoíris que se desvaneció de a poquitos y que me está succionando la vida. Pues sí, señoras y señores, la gente no se muere de amor, la gente no se muere de pena moral, la gente se muere de ausencia, y en estos días se puede morir de gripa… pero como la mía es rara y es somática no me va a matar, sólo que tampoco me hará más fuerte, simplemente será una excusa para gastarme el papel higiénico llorando y que no pregunten qué pasó, por qué estoy pidiendo un abrazo a gritos y por qué dejé que se me colara entre los huesos este frío inclemente… a mi me puede matar la ausencia, eso sí. Quizás de peores cosas me he levantado, quizás me reiré de esto en unos días (y ojalá no sola), quizás jamás en mi vida vaya a escribir algo con menos sentido que eso, pero también sé que quizás mis mariposas se hayan ido para nunca volver.

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