Me imagino…
Me imagino días de sol y noches lluviosas, caminando por las aceras con las palabras justas y las promesas rotas. Me imagino un cielo de estrellas azules que te puedo entregar sin temor a equivocarme, imagino cómo podría hallar las melodías del silencio para componer fantasías en burbujas de cristal.
Me imagino que algún día estaré alzando el vuelo, y los rezagos de mi egoísmo te atravesarán como puñales. No es algo que me asuste o de lo cual pretenda huir, porque me imagino siendo villana y princesa del mismo cuento, suavizando tus pesadillas mientras creo con brujería tus peores ensueños. No soy buena para esto, para amarte y odiarte al tiempo, y que asunto más bizarro, porque en las noches lluviosas te sueño y en los días de sol quiero abrasarte en su propio fuego, hasta que ardas vida mía y te conviertas en cenizas, pues así podré inhalarte y derramarte por mi cuerpo.
Me imagino batallas sin tregua, bailando al compás de tus ojos; me imagino el delirio y la fiebre que me producirá tu ausencia y me imagino el dolor de esas heridas invisibles que tus sentencias lacónicas han hecho en mí a través de los años, como alfileres ponzoñosos y letales, una tortura que quizás yo busqué de manera inconsciente al permitir que mis labios rozaran los tuyos y probaran su encanto narcótico.
Te imagino a ti, sin coraza y sin escudo. No eres un caballero, ni siquiera eres un bufón; eres sólo el holograma de mi utópica imaginación, el reflejo de mis deseos, un espectro idealizado. Eres las sombra cambiante de los susurros inconscientes que mi corazón emite cuando divaga y cuando miente. Quizás no existes después de todo, quizás eres el negro, el verde y el azul, y sin embargo eres la maldita luz que me enceguece y me calienta. No te quiero en mi vida, pero ella te reclama a gritos, sin compasión y sin vergüenza. Vaya imprudente y mezquina quimera que te envolvió en pétalos de rosa para camuflar tu perversa intención.
Yo te imagino, sí, y cuánto te imagino, si no me queda nada más que imaginarte, cuando te empeñas en escabullirte entre mis manos. Te imagino producto del agua, apacible y tan difícil de tocar. Y yo floto en la contradicción de un abrazo inerme, un abrazo que espero y un abrazo que me duele en el abandono de mi voluntad, cuando me miras como me miras ahora, cuando levantas tu mano hacia mí para acariciarme. No me mires así por favor, no destruyas mi inútil intento, no desvíes mi atención hacia ti, que yo no puedo, yo sólo te imagino a mi lado para siempre, yo sólo imagino no haberte amado jamás.
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