Regalo...
Por un momento, pareció real. Dentro del estuche de colores estabas tú tan tranquilo y con tu sonrisa de ángel iluminando el ambiente. Una lágrima se me escapó y el silencio fue testigo de mi ferviente deseo de verte rozando el aire con tus alas de cristal. Con el corazón revolucionado y el palpitar de mi sangre a punto de sucumbir ante la emoción de estrecharte en mi brazos, me perdí en el júbilo de desatar la cinta roja que limitaba el pequeño espacio entre tú universo y el mío, que parecía apenas estar naciendo y que no tenía ya final. -¿Es para mí?- pensé desconfiada. Sentí que era demasiado egocéntrico de mi parte considerar la maravilla de tu luz irradiando mis espacios, tan vacios y carentes como si un desastre natural los hubiera desolado, dejando a su paso un hollín tan oscuro como el miedo de perderte entre mis arrebatos insulsos y el cantar de mis errores. Pero eras mío,...