Deseos de cosas "no" imposibles ^.^
Well, las historias cortitas tienen cosas muy interesantes: relajan, dejan volar la imaginación, activan los sensores de escritor jaja, y bueno, ayudan a cambiar la rutina por un rato xD. Estar de desparche debe dar sus frutos en algún momento jajajaja.
Silvana llegaba tarde a todas partes, incluso a los lugares más extraños. Impuntual por naturaleza, lo veía como algo tan inherente en su personalidad, que apenas hacía un mínimo esfuerzo por cambiar esta condición. El problema no era que llegara tarde a los lugares, el problema era llegar tarde a las cosas valiosas de su vida, su absurda costumbre de pensar todo dos veces antes de hacerlo y cohibirse de dejar a su imaginación volar cuando hubiera podido actuar y anotarse unos cuantos goles. Llegaba tarde, pero dolía cuando se daba cuenta de que quien había llegado adelante, había usado exactamente las artimañas que ella en su cabeza había planeado pero que por torpe y testaruda no había aplicado, sencillamente porque algo, no sabe qué, no sabe cómo... la detuvo. En los concursos, siempre respondía de últimas aunque supiera la respuesta más que nadie, por que tenía miedo a equivocarse; cuando estaba en las piscinas, se ponía de pie en la tabla y veía el agua por unos cuantos minutos hasta que se devolvía bajando por las escaleras ante la mirada absorta de los presentes; cuando estaba en las bodas se quedaba helada viendo cómo alguien más se lanzaba por el ramo, mientras ella simplemente... deseaba. Ah, deseos... si, son tan malvados de vez en cuando, desear y actuar a veces son verbos que van en vías incorrectas, y eso le pasaba siempre a la pobre Silvana... ¿cómo era posible que su compañero de clases ganara esa buena nota, cuando ella pudo alzar la mano antes?, ¿por qué su amiga se había acercado al hombre del bar que claramente la miraba a ella?... Pues porque Silvana siempre llegaba tarde. Pero fue cuando se enamoró del más disfuncional de los hombres, cuando entendió que el mundo se movía a toda velocidad y que ella se estaba quedando atrás, pues su corazón, aunque era un poco más torpe, entendía que no habría forma de escapar a ese influjo y que si se había perdido en aquellos ojos negros e intensos, le sobraban razones para luchar. Pero no, se equivocaba una y otra vez y luego se lamentaba sobre la leche derramada; siempre había alguien más rápido de decisión que le arruinaba los planes, pero nada, nada que aprendía y error tras error se alejaba más de sus intenciones. Qué divertido hubiera sido lanzarse desde la tabla directo al agua o atrapar el ramo de la novia en el aire; qué soprendente sería la cara de sus compañeros al ver que ella tuvo la respuesta correcta antes que todos, uh, si... ella y su bajo perfil -sonrie-; qué bonito sería decirle al individuo aquel que la vida le había cambiado desde su aparición en ese puesto de comidas rápidas cuando ambos querían la salsa tártara al mismo tiempo; cuán interesante podría ser el aporte de la adorable Silvana a la soledad y el miedo que claramente mostraba el joven Jacobo en sus ademanes y en la forma cadenciosa en que hacía traquear sus dedos; cómo le explicaba ahora, en palabras sencillas y sin caer en melodramas patéticos, que una noche fría, en esa ciudad de calles indomables... ella había comprendido que sin ningún esfuerzo podía condensar todo el univero en sus ojos. Cerró los ojos, apretó los dientes y justo cuando iba a empezar a decir lo que creía apropiado... un beso inesperado la detuvo, silenció sus intentos, le robó el poco aire que contenía para hablar y le entregó una certeza que valía oro: "Calla, que por primera vez... ¡Estás a tiempo!".
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