Entre el amor y la demencia ¿Quién da más?

 

Acabo de encontrarme con alguien a quien no reconocí. Ese es el punto, tan natural y tan constante pero tan invisible siempre, se esconde y luego sale a la luz cuando no debe, pero ¿Quién se lo impide? Si yo estuviera ahora en posición de dejarme llevar por ella y cometer diez mil errores, si me dejara arrastrar, perdería quizás, ganaría otras cuantas cosas, pero al final…

¡Vaya! Es la demencia del amor que se cruza por la esquina, me saluda, me tiende la mano y la miro de soslayo, – ¿Qué quiere de mi? – me pregunto, porque me acorrala si yo siempre he sido tan libre de ella. La he visto retratada en muchos rostros, el de la mujer ciega que amó desde niña al mismo hombre con tanta devoción que trató a toda costa de destruir la vida de ambos para no permitirle la felicidad, o la he visto en los ojos egoístas del que no se resigna a perder a quien fuera su amante y ya no lo es, se aferra a ese recuerdo y se mancha de sangre las manos con tal de conseguir su objetivo. Ahí estuvo siempre, el amor en su más negra expresión, en su lado oscuro, el universo paralelo de los amantes negados, pero ¿Por qué a mí, por qué hoy, por qué ahora? Me mira de nuevo, es bastante insistente y yo demasiado cobarde. Mi cordura limita con el devastador poder de su mirada, me pregunto a dónde quiere llegar si ella y yo jamás nos hemos cruzado, si no la conozco, si no he caído tan bajo como para recurrir a ella, correr a sus brazos, no me urge su ayuda, ¿o si?

Claro, ahora entiendo, me gusta el amor, escribo sobre él, me regodeo en sus convencionalismos, disfruto de su presencia en mi vida y lo cito cada vez que quiero tocar mis temas intelectuales, pero ahora su demencia lo quiere alejar de mi, transformándome en un ser que no soy, en quien no quiero convertirme ¿a qué juega? ¿cuál es su interés? Lo sé, no soy perfecta, jamás lo seré y tampoco lo pretendo, pero no por eso ella tiene por qué interesarse en mí. Me mira de nuevo y ahora sonríe. Su sonrisa me asusta – ¡Dios, es tan irresistible! – sé que si me acerco, que si caigo, caerán otros conmigo y dolerá; caerán quienes amo, y con ellos los recuerdos, las buenas maneras, el lado claro y sutil del amor. Pero si no me acerco, si desecho esa idea, si me limito a seguir caminando a paso lento y tranquilo, si no volteo a mirar hacia atrás, ni siquiera por curiosidad y ella un día se cansa de perseguirme, espero que haya salvación, en este mundo o en el otro, por que mi corazón es valiente, es fuerte, se opone y a veces juega a ser el espadachín de la armadura de hierro, se prepara para que no lo lastimen pero contra la demencia del amor, no se si resista.

Por ahora sigo, camino despacio para despistarla, para hacerle creer que no he notado que lleva horas persiguiéndome, la calle es amplia afortunadamente, la ciclo ruta ayuda, no lo puedo negar, pero corro el riesgo de ser arrollada por una bicicleta en mi patético intento de huida. El sol ya se ha puesto y la noche no tarda en llegar, no lo puedo evitar, miro hacia atrás y ya no está, no la veo.

–¡Ja!– sonrío para mis adentros, ¡Gané! Por esta vez, la vencí, avancé rápido y ella también, avancé lento y ella también, pero por hoy se rindió. Ven amor, ya puedes salir de donde te escondiste, tu demencia se ha escondido por hoy. Estas a salvo mi amor, mi dulce amor, mi alma… por hoy y sólo por hoy, hemos vencido, estamos bien y no correremos peligro al abrigo de la luna, no te preocupes, de las pesadillas te protejo yo, pero de tu demencia, cuando amanezca, no sé quién lo hará, seguro volverá y sonreirá otra vez, será tan desesperante su belleza que la resistencia tal vez se haga esquiva, así que no te prometo nada, puedo correr pero no esconderme. Por ahora bésame y apaga la luz. ¿De acuerdo?

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