Una carta... Una explicación...

Bueno, muchos ya saben que yo estoy escribiendo la misma novela desde que tenía como 12 años y su protagonista, -voy a revelarlo de una vez-, se llama Felipe Serrano (mencionado anteriormente en otro post).... ahora, aquí está la carta que él le escribe a su querida Silvia en un momento difícil y me pareció bonita y estéticamente agradable para compartirla. Hope you like it :)
"Te conozco lo suficiente para saber que odias las frases de cajón tanto como yo, pero en realidad, por esta única vez, no encuentro otra… no sé por dónde empezar.

Diría que lo más lógico sería hacerlo “desde el principio”, muy obvio claro, pero es que en esta historia, ¿cuál es el principio? Perdón, sé que estoy dando demasiadas vueltas, pero es que no te imaginas el arsenal de cosas que me atacan la concentración en este momento. Debes tener un millón de preguntas, de nudos en la cabeza –bienvenida a mi mundo, amor–.

Mi padrino me contó que no quieres verme, que la verdad no llegó a ti de la mejor manera y lo lamento, realmente lo lamento; me hubiera gustado que la escucharas de mi propia voz, pero admitámoslo, eso no iba a suceder, soy demasiado cobarde y lo suficientemente egoísta para no permitirme el lujo de arriesgar aquello con lo que soñé toda la vida y que apenas se me daba, por fin, después de esperar tanto.

Algo me decía que no iba a poder huir siempre, pero traté, hice mi mejor esfuerzo, lo di todo para lograr que mi destino se truncara y romper las leyes de la naturaleza, del universo. Sólo a un perfecto idiota como yo se le ocurre, ¿verdad?

Ahora que lo comprendo, que por primera vez en treinta y tantos años puedo decir que “viví”, ahora sé que durante el tiempo que duró mi ausencia de ti, en todos esos años de silencio, me convertí en un monstruo. Ese deseo intenso de escabullirme de tu recuerdo, de cualquier otro recuerdo, me llevó inevitablemente una vida de muchas formas inerte y vacía.

¿Recuerdas el día que respondí tu correo? ¿Ese día que pretendí hacerte creer que era feliz?, mentí. Justo ese día, dos meses después de que me escribieras –Ok, me engañaste, no sabia que fue Lorena quien escribió–, ese día yo regresaba a mi “rutina” después de unas inmerecidas vacaciones en ese centro de reposo del que te hablan los papeles que sé que encontraste. Si, yo era su paciente y ellos tenían la misión –casi utópica– de ofrecerme una existencia tranquila y común como cualquier ser humano. Menudo reto ¿sabes?, tratándose de una persona que no sabe a ciencia cierta el por qué de su desgracia y la única teoría que conoce raya completamente en lo inverosímil.

Pues después de años de tratamientos infructuosos, encierros tormentosos, escapes violentos e inexplicables y síntomas extraños que no coincidían con ninguna patología, después de un millar de conversaciones retóricas con Dios y acerca de Él, después de tratar de explicarle al mundo –y de mentirme a mi– que soy una persona normal y convivir con amigos y conocidos en una constante montaña rusa, después de todo el esfuerzo que hice, la vida me da un ultimátum, me pone a prueba por última vez y me alerta sobre un regalo que yo dejé bajo el árbol de navidad hace años sin intenciones de abrirlo y negándome a recibirlo, un regalo del que literalmente huí para no romperlo con mis debilidades y mis cuentos absurdos y folklóricos sobre maldiciones familiares, un regalo que siempre fue mío y que ahora otro tomaba; insisto, sólo a alguien tan necio y visceral deja que algo así le pase. Fue entonces cuando volvió a mí, que jamás lo merecí pero que siempre fui suyo, volvió a mí, hecho pedazos, desarmado y sin vida, sin baterías, sin esperanza. No lo cuidaron como merecía, y ahora era yo quien pagaba el precio de su dolor al retorcerme las entrañas con cada una de sus lágrimas, sabiendo que, de muchas formas era mi culpa, por desagradecido, por cobarde o quizás por querer protegerlo demasiado.

Lo tomé, con mucha paciencia, y fui armándolo de nuevo poco a poco, rescaté las sobras de las cenizas y dentro de los escombros me encontré con el mejor de los milagros. Ya no iba a dudar más de la existencia de Dios, por que me había demostrado que, a pesar de ser el peor de los impíos, el más desleal y torpe de sus hijos, me estaba dando una segunda oportunidad y me devolvía a mi árbol de navidad para tomar el obsequio olvidado y que además éste ya no estaba solo… eran dos regalos ahora.

Los más increíbles, maravillosos, dulces e insuperables obsequios que hubiera podido recibir jamás. Y los amé, los amo todavía y para siempre, son parte de mi, de mi esencia, de mi organismo, como el corazón o el hígado, sin los cuales no podría existir; así es cómo te amo Silvia Uribe, como el peor de los idiotas, con desesperación, con ahínco, con rabia… rabia de haberte sabido ajena y rabia de saberte mía para siempre y aún así no poder tenerte, ofrecerte una vida normal, un futuro, un destino, un hombre que no sucumba ante el pánico de convertirse en alguien que tu desconoces pero que ha sido mi sombra por años. Tengo miedo mi amor, te lo confieso con el alma en un hilo –en el más literal de los sentidos– muero cada vez que lo imagino, que repaso los planes que hice para que no se te ocurriera verme como algo más que tu amigo, para no hacerte daño. Fallé. Me ganó el egoísmo y me ganaron estas ganas absurdas de aferrarte a mi pecho y besarte hasta el cansancio, hasta que te quedaras sin aire y yo sin fuerzas, por que la voluntad me la arrebatas con sólo mirarme a los ojos, con esa dulzura tuya que desquicia, que es como una droga, que advierte pero no aleja… me perdí Silvia, me sumergí en ti hasta el fondo y no pude salir. Dime ahora ¿Qué hago? ¿De qué me sirve estar vivo sino puedo verte caminar con ese andar despistado y avasallador? Verte pelear con el tráfico cuando conduces; verte llorar con los libros que has leído mil veces –y que aún no entiendo por qué vuelves a leer y vuelves a llorar–; ver cómo te sonrojas cuando te toco, ver cómo la gente te lanza cosas en cine porque no puedes estar callada un minuto, ver cómo tu sonrisa sosegada desemboca en una carcajada estrepitosa con cualquier chiste barato hasta el punto de la hiperventilación. Dime tu, princesa, ¿Cómo me deshago de todas esas visiones y me arranco ese lazo que me ata a Alejo y a ti? ¿Cómo destruyo cualquier indicio de su paso por mi vida, si ustedes dos son mi propia vida?

Mira, estar en este lugar no es algo “tan” nuevo para mi, así que no creo que me muera –no tengo espíritu suicida, ya te lo mencioné, soy el rey de los cobardes– pero quiero que sepas que te voy a extrañar mucho –lo siento, otra vez me puse cliché y cursi– pero es que, después de haber compartido este tiempo juntos, no me queda más que añorar, añorarte a ti especialmente, tus ojos, tus labios, el lunar de tobillo, ese mechón rebelde de tu pelo que nunca consigues peinar y sobre todo, añorar tus dedos dentro de mi cabello cuando hacemos el amor, porque los siento, créeme, y cada caricia me duele más que la anterior, como puñaladas, pero voy a aprender a vivir con ellas y con este hueco en el pecho, así como aprendí a vivir con tu manía de llevar todo al extremo –trascendental y fatalista– con tu hipocondría y tus maneras astutas para ganar en el parqués. Debí pensarlo mejor antes, ahora lo sé.

Vaya, esto está doliendo bastante. Creo que un poco más de lo que mis fueras estaban dispuestas a soportar. De todas formas, no quiero que suene a despedida –no, eso jamás… me moriria–, sólo es como una “carta de libertad” para ti. Seguro vas a descansar de mí un buen tiempo, te lo mereces. Eres libre ahora Silvia, para no cargar con el peso de algo que es sólo mío y que me gané en un sorteo –por cierto desafortunado– en el cual ni siquiera participé.

No tenías por qué vivir todo esto y jamás me perdonaré habértelo hecho pasar, yo me voy a pasar el resto de la vida siguiendo tus pasos, aunque sea de lejos, donde tú lo desees. Por favor procura ser lo más feliz que puedas y mantenerte a salvo –cuidado con el equilibrio, con las ventanas de pisos altos, los perros en la calle, los carritos de fruta del parque y las bebidas alcohólicas, aunque sea en pequeñas dosis, ya conoces las consecuencias–, te lo aconsejo. Aún a costa de mi cordura te lo estoy diciendo, no estés atada a mi de por vida, princesa. Te mereces lo mejor que el mundo te pueda ofrecer.
Bueno, creo que ya me extendí lo suficiente. Si llegaste hasta aquí, significa que al menos te importaba lo último que tenía por decirte, escucharme por última vez… créeme, la sola idea me anima…

Pórtate bien, te amo."

Comentarios

Anónimo dijo…
Como dice el maestro Gabo-la realidad supera la fantasia- esta carta se parece desmasiado a las q yo he escrito...deciendo q dejo libre al amor, por q no me corresponde...cuando al final...nos corresponde mas q ninguna otro persona, pero siempre el miedo de salir heridos o de lastimar a otro nos ataja hacer lo q deverdad el corazon manda...la oscuridad de los sentimientos nos ataja hacer felices y tambien puede nublar la vista real de las cosas...aunq digamos q los extremos no son buenos; vivimos en ellos...
No se Kikita! tambien lei su blog donde dice q sumerce es la drama queen...creeme q hoy tambien me siento igual...estoy en una novela donde el principe se convirtio en rata y enganho a su buen amigo por una aventura...y yo como siempre pierdo por haber dado demasiado y creo q perdere por haber dado poco...pero asi es este carnaval de la vida, se llora cuando es feliz y se cree ser feliz cuando lo enganhan...esta telaranha de la vida se encarga de mostrarnos las verdaderas caras de las personas solo q al final el amor lo ciega tanto a uno...q nunca las ve hasta q la Santisima Mano hace q la benda caiga y se abran los ojos a la realidad vaga y doloroza...china mis mayores respestos para ud como siempre...si sumerce puede estar loca pero es la mejor parte de ud...por eso es Erika o Kika...por su locura incondicional...muchos exitos hoy y siempre!!!

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