Odio el Silencio
Eran las dos de la mañana, creo. Otra vez en urgencias de la carrera sesenta y ocho, *otra vez en menos de dos días* pensé. No tengo ganas de escribir y la verdad aún no estoy segura de por qué lo estoy haciendo, pero me hace falta, venía preparándome para esto. Las paredes de la central de urgencias son tan blancas que hostigan con su pureza, pero por lo menos anoche no estaba el odioso pito del domingo por la mañana, ese que le dije a Jorge *si uno está en urgencias, ese pito lo empeora*, pero anoche no era yo la enferma, era mi pedacito de vida, mi ángel, la luz de mis ojos, mi Juanes del alma (que no le digo así ni porque me guste el cantante ni porque se llame Juan Es… algo, se llama Juan David y listo). Estaba igual que yo el domingo, con vómito y otras cosas más que no vale la pena mencionar. Anoche llegué a pensar que por fin como en cuatro meses iba a lograr dormir una noche normal como cualquier cristiano, pero no fue así.
El sábado, había dormido dos o tres horas más o menos. Era la sustentación final de la universidad y me preparé tanto, que bueno, al final como que las cosas no salen como uno planea. Me enfermé, me dio un soponcio, no pude ayudar a Pilar con su trabajo y pues lástima, pero igual ella tampoco ha hecho mucho esfuerzo por preguntarme cómo estoy o si me morí luego de que le puse un mail pidiéndole una disculpa (bueno, igual bien por ella que espero que la esté pasando bien). Luego de estar el domingo en urgencias con un espasmo muscular que me estaba dejando sin respiración, el cual confundí con algo del corazón y mientras la enfermera, un poco grosera, me ponía una inyección de “Ranitidina” por más de diez segundos en la vena (todo un reto), me preguntaba… ¿valió la pena?
Wow, pregunta difícil ¿verdad? A ver… haciendo un recuento, es más la gente que me quiere que la que me odia, ¿o será una utopía? En fin. No tengo muchos amigos, son muy pocos en realidad; conozco tanta gente y tanta gente me conoce, que al fin de cuentas no soy parte de nada, no cuento entre los grupos, no soy parte de las roscas, no me cuentan entre las cuentas, no hago parte de las encuestas… pero todos dicen conocerme, son héroes, ¿cómo lo hacen? Creo (y digo creo porque ya no sé qué creo) que cuento entre algunos por ahí a mi novio en primer lugar, porque ha sido mi amigo desde antes de ser mi novio, a Caro Prada, porque nos encontramos en el lugar adecuado y en el momento justo de nuestras vidas y hemos compartido cosas que con nadie más, a Leo Ávila, que es un encantito, vive como en una nube, o no sé, es que es tan buen tipo que a veces se la montan, en fin, hay otros por ahí también haciendo fila pero en este momento de profunda sinceridad me cuesta mucho ponerlos y llenarme de frases de cajón para halagarlos o describirlos, para quedar bien con ellos… no voy hoy con eso.
La profesora Yibeth me dijo que era excelente (una palabra muy grande, cuando yo comprendí que la perfección a veces es mala consejera), me dijo que debería escribir sobre mercados también (¡Oh sorpresa! Ingeniera de mercados y escritora ¿al fin entendí el concepto de híbrido?). No me siento “excelente”, soy aplicada, me gusta hacer las cosas bonitas y bien, y si, tal vez como dijo Viviana en la hojita de psicología, me gusta lucirme y hasta me gusta que los demás se den cuenta, pero lo siento, es parte de la naturaleza humana, si uno hace cosas buenas para esconderlas, puede o bien estar loco o bien sentirse Van Gogh. También es verdad, hay que reconocerlo, que no soy buena compartiendo mi trabajo en beneficio de la comunidad *lo siento muchachos, no son trabajos perfectos ni los considero obras maestras, pero me jodí mucho haciéndolos*, pero he sido benévola a veces con otras cosas. Caro y Leo, ¡Ay niños! Siempre defendiéndome *mis “partners”* ellos si que me conocen, ellos fueron los únicos que fueron al MAMBO a verme leer, encontrarlos allá aunque pareciera no gustarles fue maravilloso. Luego, cuando se acabó el evento comprendí que si les gustó y me abrazaron con fuerza. Aquí dentro del alma están bien guardaditos (creo que por eso se ganaron los cofrecitos panameños). Bueno, la universidad terminó, el sexto semestre es historia y yo estoy dispuesta a seguir escribiendo la mía.
Hablando de “cofrecitos panameños”, ese viaje fue una de las razones por las cuales puedo decir con toda la gana del mundo que valió la pena, que ha valido la pena. Me lo gané, fue gracioso porque acabé cuadrando las cuentas con la oficina un mes después, pero wow que esa muestra de confianza de mi jefe fue algo que me prendió el chip de *¡Soy niña grande!*. Me di un paseo por las nubes, y ni siquiera fui capaz de escribir nada al respecto; es la experiencia más egoísta de mi vida, pero es que ERA SOLO MÍA jajaja. Me monté sola en un avión con rumbo a Ciudad de Panamá (era mi primera vez), me tocó en la ventana junto a un par de señoras que se portaron como unas madres porque yo estaba pero cagada del susto. Fue el vacío más asquerosamente maravilloso de mi vida, y luego ahí estaban las nubes, por encima, como nunca antes podría verlas, no había nada más arriba y todo era perfecto, tan cerquita de Dios que… me cogió la llorona. Eso si, apenas sirvieron la comida, como buen montañero me comí hasta la lechuga (tarde me di cuenta de que los otros la dejaron), luego llegué, la carretera, la sensación de ser la invitada en un país extraño, el Four Points Sheraton con una habitación súper fifí esperando solo por mí y el bombón del recepcionista diciendo “Sra. Erika, ¿cómo estuvo su vuelo?”, ¡No Carajo! Eso me lo gozaba por que me lo gozaba. Creo que nunca había tomado tantas fotos, toqué todo, miré todo, olí todo, incluso, disfruté del olor nauseabundo de la bahía en la Avenida Balboa (ahí el mar es un poco quieto y no es turístico, entonces tiene un olor pesado). En Panamá, el mar está por la mañana en un lado y por la tarde sube la marea al otro, es el Pacífico y no es estable como el Atlántico. Desde la ventana de la oficina hay una vista maravillosa, bueno, cuando uno es nuevo, es la primera vez que le ponen un sello en el pasaporte y tiene la oportunidad de defenderse por si mismo, todo es maravilloso. El vuelo de regreso estuvo un poco turbulento, me llegué a asustar, pero cuando vi a los demás durmiendo de lo más tranquilos, supe que todo estaría bien. Pero el simple hecho de ver a mi Juanes pegado al vidrio del aeropuerto cuando llegué fue todo lo que necesitaba en ese momento, lo máximo. Le traje a mi novio y a don E (mi gurú) un par de pocillos, y los cofrecitos panameños los repartí entre algunos amigos; el pocillo del gallo gigante a mi mamá le fascinó y lástima que uno de los que le traje a mi abue se maltrató, pero bueno, lo que vale es el detalle. Pero lo más increíble fue haberle traído a Juan un amigo más: oso. Me costó como $6.50 pero era urgente cambiar el bendito billete de diez dólares para comprar una tarjeta de llamadas. Luego lo malo es que yo no sabía cómo contar las monedas hasta que me llené de ellas, y aquí las traje, porque no supe cambiarlas. Oso llegó a hacerle compañía a Tigre, el otro peluche que le regalé en su cumpleaños, pero es que el pobre Juanes es igual a mi, la gente dice conocerlo pero no se percatan de la maravillosa persona que es, sus amigos más cercanos son ellos, y bueno yo.
Volvamos conmigo. Tengo un novio al cual no veo casi nunca, pero lo más increíble es que esta relación ¡FUNCIONA! ¿Cómo? Es todo un misterio, mejor dicho, eso y las pirámides. El asunto aquí es que después de más de quince días en los que nuestra única manera de comunicarnos dependió del computador y el celular (por que la bendita labrador chocolate que le regalaron a la mujer del papá se comió los cables del teléfono fijo), después de no vernos por casi veinte días y de llegar a pensar muchas pero muchas veces ¿y bueno, a qué estoy jugando?, nos encontramos cinco minutos en una estación de transmilenio y ¡Oh sorpresa! ¡Todavía me emociona verlo! ¿Increíble, no?
No digo que sea increíble porque no sea normal, es increíble porque el amor es bastante raro. Tenemos todo el tiempo del mundo para plantearnos y replantearnos este amor, pero aún y siempre, ¡ESTÁ! ¡EXISTE! ¡VIVE! ¡NOS MUEVE! Gracias a Dios por él, por haberlo conocido, por tenerlo a mi lado a pesar de la distancia, por no dejarlo hundirse entre los diluvios de mi inconstancia y mi inmadurez, por ser la pieza justa de mi balanza, mi equilibrio, por ser mi paz y la voz de la conciencia dentro del silencio que tanto odio, por amarme y por amarlo a pesar de que no se le da la gana cortarse el cabello, por decirme brujis, muñequita, bebé, no se, todos esos clichés que me fascinan, por dejarse decir cosa… por todo.
Creo que ese pobre es el que ha llevado la peor parte, incluso soporta que yo viva en un universo paralelo donde reinan las telenovelas y la comedia de lo absurdo (señoras y señores, mi hogar). Lo van a canonizar, lo sé, algún día, lo mismo que a mis papás que también hacen bien la labor de “aguantarse” tanta rabieta, peleando siempre por mi bien, porque no me coma las uñas, porque me acueste temprano, porque coma bien, porque deje el tinto a la madrugada, porque deje de escribir todo este pastoral y me vaya a dormir, porque no me estrese con la universidad, porque tome las cosas con más calma, porque no le ponga atención a los comentarios mal intencionados, por todo, son muy bonitos.
Listo, me cansé, van tres hojas Word en letra 12pt, y la verdad, me siento mucho más tranquila ahora; ya no me duele el estómago, bueno, sólo un poquito, porque de una manera muy astuta me comí un maní que compré en el bus (si, es verdad, no me pude comprar nada más pesado). Escribí todo esto pensando abrir un blog donde quiero poner más cosas, lo que se me vaya ocurriendo. Sólo espero que al que se le ocurra leer, también tenga la intención de escribir y comentar. ¡Hablen Carajo, que yo detesto tanto silencio! ¡Estoy cansada de no recibir respuestas! No puede ser que escriba tan mal. A la gente que no cayó en cuenta de llamarme o preguntar cómo seguí o cómo estuve o qué me pasó, pues bueno, estoy bien, ya no me muero, y espero seguir aquí para mejorar cada día como ser humano, para liberarme de todas esas presiones y esos yugos auto impuestos que me estaban haciendo daño. A los que han leído “La Mujer del Vampiro” también pueden comentar, habrá algunas noticias al respecto y sobre otras historias que se están maquinando. Pero, por favor ¡NO SE QUEDEN CON LAS PALABRAS EN EL TINTERO!
Los que no han leído “La Mujer del Vampiro”, se las recomiendo… me cambió la vida. Lo único que no quiero, después del susto que me pegué el fin de semana, es seguir viviendo como en una urna, con un montón de metas efímeras y a corto plazo que limitan mi pasión. Quiero escribir, quiero que la gente escriba, quiero que se acabe este silencio que tan mal me cae.
PD. Al que no le guste… que se vaya a hacer *pis* y se acueste a dormir :D
PD. Al que no le guste… que se vaya a hacer *pis* y se acueste a dormir :D
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Lizzeta